Según la definición de la wikipedia, un zahorí, a veces llamado radiestesista o buscador de agua, es un adivino que afirma que puede detectar elementos ocultos o enterrados, como agua, metales u objetos perdidos a través del movimiento, supuestamente espontáneo, de dispositivos simples sostenidos por sus manos, normalmente una varilla de madera o metal en forma de Y ó L o un péndulo.
Los primeros intentos de explicación científica se basaban en la noción de que las varillas del zahorí eran físicamente afectadas por emanaciones de las sustancias de interés pero tales explicaciones no tienen actualmente sustento científico válido.
Pero de lo que vamos a hablar hoy es de la creencia de que es difícil encontar estafadores entre los zahoríes. Todo lo contrario, la mayoría de ellos creen que tienen verdaderos poderes, probablemente debido a la tasa de aciertos, algo que, no debería sorprendernos.
En 1948, se juntaron a un grupo de 58 zahoríes en un experimento. Se les solicitó que localizaran tuberías enterradas con agua, y se observó que la tasa de aciertos no fue mayor a la esperada por azar. Se repitió en 1979, con el mismo resultado.
Entonces, ¿Cómo se mueven las varillas o el péndulo? Los defensores han sugerido toda una serie de efectos debidos a magnetismos o fuerzas misteriosas pero la explicación es mucho más sencilla.
Por una parte podemos ver que algunos de los objetos utilizados en el "arte" zahorí son, por su propia forma y por el modo en que se utiliza, altamente inestables. Quien lo dude, que tome una barra larga o una rama en forma de "Y" y trate de mantenerla fija en horizontal mientras camina. Por mucho que lo intentemos, el mínimo movimiento angular por parte nuestras muñecas se va a convertir en un movimiento muy perceptible en la rama.
Por otro lado, tenemos lo que se llama el Efecto Ideomotor, que consiste en el movimiento involuntario de partes del cuerpo provocado por un estímulo mental en lugar de uno físico. Cuando este efecto provoca un pequeño movimiento en las muñecas del zahorí, la inestabilidad de la herramienta provoca que el movimiento se multiplique, con lo que tenemos las famosas "sacudidas" de las varillas, o el giro del péndulo. Esto se demostró tapando los ojos con una venda a varios zahoríes, lo que hizo que el estímulo cambiara y cesaran prácticamente los movimientos involuntarios.
Así pues, hemos comprobado que ser zahorí no es tan difícil si se dan las condiciones adecuadas. Al final, no es lo que hay en el interior de la tierra lo que mueve la mano del zahorí, sino lo que hay en el interior de sí mismo.
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