Si hablamos de Miguel Ángel a la gente seguramente le venga a la cabeza mágnificas obras como La Piedad, el David y sobre todo, el fresco de la Capilla Sixtina. Pues bien, ésta última no hubiera sido posible si Miguel Ángel no hubiera sido víctima de un intento de boicot por parte de sus competidores de la época Rafael y Donato Bramante.
Corrían los primeros años del siglo XVI cuando un joven Miguel Ángel ya empezaba a ganarse la admiración de todos por su faceta de arquitecto y escultor. Tanta admiración levantaba que algunos compañeros de profesión comenzaron a sentirse algo celosos y cambiaron la admiración por rencor.
Dos grandes personajes de la época que necesitan poca introducción, como el pintor Rafael y el famoso arquitecto Bramante, creador de la Capilla Sixtina en sí misma, intentaron realizar una jugada al joven escultor para que tuviera un pequeño fracaso y no se le mitificase.
Para ello, negociaron con el Papa de la época, Papa Julio II para que convenciese a Miguel Ángel para pintar y decorar el interior de la monumental Capilla Sixtina. Era bien sabido en ese tiempo que Miguel Ángel se sentía muy cómodo con la escultura y arquitectura pero que no se consideraba a sí mismo como buen pintor, por lo que al recibir la oferta, la denegó. Tras ser presionado varias veces por el Papa, tuvo finalmente que aceptar el encargo, lo que hizo que Rafael y Bramante se frotaran las manos. Habían conseguido su propósito y era cuestión de tiempo que Miguel Ángel se rindiese ante semejante obra y su popularidad bajase tremendamente.
Como bien sabéis esto no ocurrió, como buen perfeccionista, Miguel Ángel no permitió a nadie observar su obra a medio finalizar, incluso le molestaba las esporádicas visitas que realizaba el Papa para darle consejos sobre ciertos aspectos. Pero el peor momento estaba por llegar, ya que Bramante, utilizando su papel de arquitecto de la obra, consiguió un permiso del propio Papa para poder visitar a Miguel Ángel junto a su amigo Rafael, lo que suspuso en Miguel Ángel un gran sentimiento de odio y rencor hacía el arquitecto y el pintor. Pero lo que se encontraron en el interior no fue precisamente lo que esperaban. Al ingresar en la capilla, y estudiar los frescos a medio terminar, Rafael quedó tan maravillado, que al retomar su obra en la que estaba trabajando, la famosa Escuela de Atenas en la Stanza della Segnatura, dio tributo a Miguel Ángel incluyéndolo como pieza central en la obra.
Cuatro años empleó Miguel Ángel para crear la que se puede considerar una de las obras artísticas más bellas y reconocibles de la historia, y, que lejos de ser un fracaso como pretendían sus "compañeros", le hicieron ganarse el sobrenombre de "El Divino".
Fuente: www.anfrix.com
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