martes, 17 de agosto de 2010

¿Cómo "cazan" y se alimentan las plantas carnívoras?

Las plantas carnívoras exhiben un sistema único para atraer, matar, digerir y asimilar a sus presas. Como se trata de una planta y puede producir el alimento que necesita mediante la fotosíntesis, no engullen ni digieren las presas con los fines tradicionales propios de los seres no vegetales de adquirir energía y carbono. Más bien utiliza a sus presas en primera instancia para lograr nutrientes esenciales, sobre todo nitrógeno y fósforo, que escasean en su habitat cenagoso y ácido. De modo que, , las plantas carnívoras cuentan con algo parecido a un sistema digestivo, pero les sirve para un propósito un tanto distinto del que tienen los animales. El ejemplo que pondremos es de la dionea, tal vez la planta carnívora (o hablando con propiedad, insectívora) más conocida de todas.

¿Cómo se las arregla un organismo estático para atraer, matar, digerir y asimilar presas?

En primer lugar, atrae a las víctimas con un néctar de olor dulzón que secreta a través de sus hojas con forma de gran trampa. Confiada, la presa se posa en la hoja en busca de una recompensa, pero en su lugar tropieza con los pelos sensitivos punzantes que activan la trampa y se encuentra atrapada en el interior de los dientes entrelazados que bordean la hoja. La superficie de cada hoja tiene entre tres y seis pelos sensitivos. Cuando algo toca el mismo pelo dos veces o toca dos pelos en un intervalo de 20 segundos, las células del haz de la hoja se dilatan con rapidez y la trampa se cierra al instante. Si las secreciones del insecto estimulan la trampa, esta sigue estrechándose sobre la presa y forma un precinto hermético. Si sólo se tratara de un curioso o de una ramita seca caída, la trampa vuelve a abrirse al cabo de un día más o menos.

Una vez que la trampa se cierra, las glándulas digestivas alineadas en el borde interior de la hoja secretan fluidos que disuelven las partes blandas de la presa, matan las bacterias y hongos y descomponen el insecto con enzimas para extraer los nutrientes esenciales. Estos nutrientes se absorben a través de la hoja y, de cinco a doce días después de la captura, la trampa vuelve a abrirse para expulsar el exoesqueleto sobrante. Tras tres o cincos ingestiones, la trampa deja de capturar víctimas y dedica dos o tres meses a la mera fotosíntesis, antes de desprenderse de la planta.

Fuente: Lissa Leege, Universidad del Sur de Georgia, Statesboro.

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