Al igual que los seres humanos, los animales deben mantener la temperatura de su cuerpo dentro de ciertos límites para poder sobrevivir. En los medio ambientes más severos, algunos animales han desarrollado maneras asombrosas para luchar contra el calor.
Los elefantes son un claro ejemplo de ello. Estos animales viven en hábitats muy calurosos, lo que les ha obligado a desarrollar curiosos mecanismos para poder sobrevivir a las altas temperaturas.
El primero de ellos, es su propia piel, la cual, si os habéis fijado, es varias tallas mayor que su cuerpo. Solemos relacionar los pliegues y arrugas en la piel con la vejez, pero en el caso de los elefantes no es así, ya que simplemente es un magnífico mecanismo para conservar su temperatura corporal. La energía del calor se pierde por la piel, de manera que cuanto más piel, pues mejor. Las arrugas en la piel de un elefante le proporcionan una mayor superficie por la cual puede escapar el exceso de calor.
Además, mientras juegan, los elefantes se refrescan en el agua lodosa. Cuando salen de las charcas, el lodo se acumula en los pliegues y mantiene la humedad cerca de la piel. Esta humedad se evapora poco a poco y refresca al elefante, igual que a nosotros nos refresca la transpiración cuando se evapora.
Pero el sistema más impresionante para reducir el calor, se encuentra en las orejas de los elefantes, lo que explica también el gran tamaño de éstas. Como vemos en la siguiente imagen de una cámara infrarroja,
las orejas despiden mucho calor. Cuando la temperatura ambiental es muy alta, los vasos capilares que se encuentran en las orejas se abren y dejan que la sangre se enfríe al pasar por la piel, que no es más gruesa que un papel. Además, mueven las orejas como si de abanicos se tratasen para ayudar a enfriar la sangre un poco más.
Toda la sangre de un elefante, 360 litros aproximadamente, puede pasar por sus orejas en unos 20 minutos. Así, la sangre ya a menor temperatura, sigue viajando por todo el sistema refrescando su cuerpo y su cerebro. Los elefantes africanos tienen las orejas más grandes que sus congéneres asiáticos ya que las temperaturas del continente africano son más elevadas y por lo tanto, necesitan una mayor refrigeración.
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