En algunas situaciones delicadas hay que reaccionar con urgencia. Muchos inventos anodinos son el resultado de una decisión improvisada que, con el paso del tiempo, acaban por imponerse de la manera más natural. El cucurucho del helado entra en la categoría de los descubrimientos que podríamos calificar como espontáneos.
Nos tenemos que ir a Estados Unidos, en el año 1904. Durante la feria de St. Louis, Misouri, un vendedor de helados llamado Arnold Fornachou, se encontró de repente en la situación de encontrarse con muy pocos platos de papel donde servía los helados a sus clientes.
Víctima de su dinamismo comercial y de la calidad de sus productos, no se resignó a tener que abandonar en plena tarde. En el stand de al lado se encontraba Hamwi, un panadero sirio, que fabricaba unos deliciosos gofres. En aquella época, los gofres parecían más bien crepes gruesos, redondos y planos, en vez de las enormes planchas alveoladas y espolvoreadas que conocemos hoy.
Solidario con la situación, Hamwi sugirió al heladero que sirviera sus productos sobre sus gofres y Fornachou aprovechó inmediatamente el ofrecimiento. Instintivamente, enrolló el gofre en forma de cucurucho para servir mejor el helado, causando furor entre los asistentes a la feria. Acababa de nacer el helado en cucurucho.
Los cucuruchos se enrollaron a mano hasta que en 1912, Frederick Bruckman, un inventor de Portland (Oregón), patentó una máquina que realizaba este trabajo.
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