El mismo acto de estornudar supone una sucesión de reacciones en cadena que terminan con un más o menos sonoro ¡Aaaatchíssss!...y con el lanzamiento de gotitas de saliva más o menos perceptibles, entre otras cosas, que salen a una velocidad excepcional de la cavidad bucal, impulsadas exclusivamente por la presión producida repentinamente. El movimiento de atrás adelante que acompaña a veces al estornudo, con la boca bien abierta, no añade absolutamente nada a la velocidad de las partículas.
La acción de estornudar moviliza un gran número de sensores en cascada, cada uno de los cuales desencadena un proceso irreversible.
Al principio, un ligero reflejo defensivo provoca un impresionante zafarrancho de combate. En cuanto se agita en la mucosa de las fosas nasales un cuerpo extraño (mota de polvo, grano de polen, bacteria...), las terminaciones nerviosas dan la alarma e informan al cerebro, que ordena una profunda inspiración (de dos a tres litros de aire) y a continuación la contracción de los músculos abdominales. Para terminar, ¡expulsión general!
El objetivo fundamental de este reflejo defensivo es expulsar al máximo número de intrusos potencialmente dañinos para el organismo. Y la expulsión de todo ese material se hace una velocidad ligeramente superior a...¡200 km/h!, sea cual sea el tipo de estornudo: un áspero y escandaloso "atchís", un áspero y ceñudo "atchá" con el mentón pegado al esternón o un cursi "atch" reprimido. Porque en todos los casos, la presión del aire expectorado es prácticamente idéntica.
Por citar alguna curiosidad relacionada, al estornudar nos es prácticamente imposible mantener los ojos abiertos, y esto se debe a un mecanismo de defensa involuntario que evita que los microorganismos expulsados puedan entrarnos en los ojos. Además en la Edad Media, se pensaba que al estornudar, a la persona que lo realizaba se le salía el alma volando.
Normalmente, cuando estornudamos, alguien de alrededor nos dice, "Jesús" o "salud". Esta tradición proviene de Roma, a finales del siglo VI, donde se produjo una epidemia de peste. Para combatir la enfermedad, el Papa Gregorio Magno impuso que, aquel que estornudara, debía ser inmediatamente bendecido con un "Que Dios te bendiga" para evitar el desarrollo de la peste. Con el paso del tiempo se acortó a simplemente "Jesús" o "salud".
Para terminar, he leído una última curiosidad del estornudo en otro blog, ¿te ha pasado alguna vez que al salir de un sitio algo oscuro al exterior luminoso, o al mirar directamente una bombilla que da bastante luz, estornudas? Si la respuesta es sí, que sepas que aunque nadie se lo crea eso pasa, y tiene base médica, aunque no muy investigada. Si la quieres conocer pincha aquí.
Fuentes:
Aunque no lo creas, puede que este sindrome (con el curioso nombre de ACHOO) tenga una utilidad evolutiva... según leí en el libro "La ley del más débil" de sharon moalem, puede que a nuestros primeros ancestros le haya sido de utilidad. Al salir de las cavernas donde dormían, se libraban de algunas bacterias, bichos raros y suciedades que pudieron haber inhalado durante la noche, por lo que no es de extrañar que a esa mutación le haya ido tan bien
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