Cuando en febrero de 1895 los hermanos Lumière consiguieron que las imágenes se movieran, empezó a hacerse realidad el deseo de la representación de la vida en movimiento que empezó cuando los habitantes de Altamira pintaron esas figuras ágiles y saltarinas sobre las paredes de sus cavernas. Había nacido el cine mudo.
Cuando, en 1926, esas imágenes tuvieron sonido y pudieron hablar, nació el cine sonoro y el Séptimo Arte presentó sus credenciales. A partir de esa fecha, las películas sonoras empezaron a cruzar fronteras; se iniciaba la distribución cinematográfica a nivel mundial. Se proyectaban en países donde la gran mayoría de los espectadores no podía entenderlas, era imprescindible que los personajes hablaran el mismo idioma que los espectadores para poder llegar al gran público, leer letreros era incómodo e incluso difícil para algunos, por lo que las grandes productoras decidieron sonorizar algunas de sus películas en el idioma y con voces del país donde se iban a explotar y, a raíz de esa idea, nació el doblaje.
Al principio sólo se doblaba al español, inglés, francés, alemán e italiano; actualmente se dobla a una infinidad de idiomas. En España, Barcelona dio el primer paso, realizó su primer doblaje en 1929, seguida de Madrid. Pero, cuando verdaderamente el doblaje tomó carta de naturaleza, fue después de la guerra civil.
En 1940, el gobierno franquista decretó que todas las películas que se explotaran en el país tenían que estar habladas en español, lo que sirvió no sólo para que el público las entendiera, sino para alterar los diálogos bajo el efecto de una férrea e implacable censura. Probablemente el doblaje actual deba parte de su existencia a aquel decreto. Las versiones dobladas recibieron un magnífico reconocimiento.
Se crearon estudios simultáneamente en Madrid (Fonoespaña) y en Barcelona (Trilla-la-Riva y Metro Goldwyn Mayer), fundados ambos en 1933. Estudios como Orfea o Hugo Donatelli, desaparecidos hace muchos años, fueron auténticos pioneros en el balbuciente arte de doblar películas. Todas las grandes productoras se apresuraron a doblar al español sus películas más importantes, incluso la prestigiosa MGM (Metro Goldwyn Mayer) montó un Estudio de Doblaje en Barcelona, que cerró a finales de los años cincuenta. Sin la menor duda, de 1953 a 1985 el doblaje vivió su época dorada: el palmarés de voces de entonces aún no ha tenido parangón. Figuras del teatro, del cine y de la radio pululaban por las salas de grabación, era un trabajo elitista, el doblaje tenía clase y hechizo.
Después, con la llegada de la televisión, el doblaje se vulgarizó, su volumen fue incrementándose paulatinamente hasta que, a mediados de los años ochenta, hubo una verdadera explosión, el número de doblajes se disparó y la calidad se resintió profundamente. El cuerno de la abundancia hizo que brotaran, como por encanto, estudios por todas partes, los llamados "Estudios Champiñones", no sólo aparecieron en Madrid y Barcelona, ciudades emblemáticas en cuanto al doblaje, sino también en Bilbao, Vigo, Sevilla, Gandía y muchas más... Llegó la fiebre del doblaje, fiebre que desde entonces, para bien o para mal, seguimos disfrutando o padeciendo, según se mire.....¡PERO NO OLVIDEMOS NUNCA QUE EL DOBLAJE BIEN HECHO ES TODO UN ARTE!
Leído en: http://www.eldoblaje.com
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