Seguro que hemos escuchado varias veces esta expresión popular que ha adquirido para nosotros el valor de hacer caer una culpa colectiva sobre alguien en particular, aun cuando no siempre éste haya sido el responsable de tal falta. Hoy os contaremos la verdadera historia de los chivos expiatorios para que entendamos mejor este dicho popular.
En el capítulo 16 del libro de Levítico, Dios instruyó a Moisés y a Aarón cómo seleccionar dos corderos cada año para una ofrenda. Uno de ellos debía usarse como una ofrenda por el pecado para expiar los pecados y las transgresiones del pueblo. Una vez que hubiesen matado al cordero, debían rociar su sangre sobre el propiciatorio del Arca del Pacto, donde Dios vería la sangre de la ofrenda por el pecado y tendría Misericordia el pueblo y les perdonaría sus pecados. A continuación el sumo sacerdote pondría sus manos sobre el segundo cordero, al que se le permitiría vivir, y confesaría los pecados del pueblo colocándolos sobre la cabeza del cordero, que a partir de ese momento cargaría con la culpa por todas las transgresiones del pueblo y sería dejado en libertad en el desierto. A este cordero se le conocía como el chivo expiatorio.
La historia judía ha dejado constancia de que era una costumbre corriente atar un pedazo de tela roja al chivo expiatorio, que representaba el pecado del pueblo por el cual se hacía expiación por medio de la sangre roja sobre el propiciatorio. De acuerdo con los Talmuds judíos esta tela roja acabaría por volverse blanca, lo cual era una señal de la aceptación de la ofrenda por parte de Dios.
Existe una asombrosa referencia en los Talmuds que verifica que después de que Jesús fuese crucificado, Dios dejó de aceptar la ofrenda por el pecado y el chivo expiatorio ofrecido por los sumo sacerdotes.
Fuente: http://www.biblehistory.net
Fuente: http://www.biblehistory.net
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