El cónclave es la reunión de los cardenales de la Santa Iglesia Romana para elegir al papa. También se designa con este nombre al lugar donde tiene lugar esta reunión. El nombre de cónclave viene de la expresión latina cum clave ( con llave).
Las disposiciones sobre el cónclave están contenidas en la constitución Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II el 23 de febrero de 1996. Pero el origen del cónclave no es papal, sino, aunque pueda parecer paradójico, popular.
No fueron los electores del romano pontífice o los papas los iniciadores de esta costumbre rigurosa, sino el pueblo en uno de esos actos de coraje a los que la sabiduría popular da forma de acción. Tuvo algunos precedentes. En primer lugar está lo ocurrido en Perugia, en 1216, con ocasión de la sede vacante producida por la muerte de Inocencio III y ante la indecisión de los cardenales para nombrar papa, el pueblo encerró bajo llave a los 19 cardenales en el Palacio Pontificio obligándoles a ponerse de acuerdo lo más pronto posible. El encierro surtió el efecto deseado: en poco tiempo, la Iglesia tenía un nuevo papa en la persona de Honorio III.
La experiencia se repite en 1241 al morir Gregorio IX cuando los romanos encierran a los cardenales en la famosa fortaleza de Septimio Severo, después de dos meses de sede vacante. Los diez cardenales, pronto, coinciden en la elección de Celestino IV, que moriría sólo 18 días después.
El 29 de noviembre de 1269 murió Clemente IV, francés de nacimiento. Hasta la elección de su sucesor pasarán casi tres años: el período más largo de sede vacante en la historia de la Iglesia. Y podría haber durado más si no es por la intervención decisiva del pueblo de Viterbo, que origina, en sentido estricto, el nacimiento de la institución del cónclave.
En Viterbo se reunieron 18 cardenales para elegir papa, pero no se ponían de acuerdo. El pueblo se impacientó y decidió acelerar la elección con los medios que tenía a su alcance. A la cabeza de los fieles estaba san Buenaventura, y la decisión popular no se hizo esperar: encerrar cum clave a los cardenales hasta que haya papa. Se tapiaron las paredes y las puertas. Y el pueblo se quedó a la espera del anuncio de la elección.
Pasaron aún dos meses, y el pueblo tomó nuevas medidas: racionar la comida a los conclavistas. Ni por esas. Pero el pueblo llegó a más: en pleno invierno, quitaron el techo de la sala en la que los cardenales se reunían para la elección. No se sabe si fue el hambre, o el frío, o el miedo a que los de Viterbo cumplieran sus amenazas -o las tres cosas juntas- lo que aceleró la elección del papa. Lo cierto es que la Iglesia -y con ella los audaces ciudadanos de Viterbo- tuvieron un papa que se llamó Gregorio X. Éste, que sería beatificado por la Iglesia, por medio de la constitución Ubi periculum, ordenó que la elección del papa se hiciera siempre en cónclave.
Diversos papas dieron normas sobre el cónclave. Algunas regulaciones resaltaban la necesidad de que, para acelerar el proceso de elección, las condiciones en el cónclave fueran lo más incómodas posibles. Según lo dispuesto por Juan Pablo II, durante el cónclave, los cardenales electores residirían en llamada Domus Sanctae Marthae, sin las estrecheces e incomodidades de épocas pasadas.
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