Seguro que os ha ocurrido más de una y dos veces. Estamos hojeando un libro o una revista cuando un filo de una de sus hojas decide enfrentarse a uno de nuestros dedos. Lo que a simple vista parece un micro corte que no va a tener ninguna consecuencia se convierte en los minutos siguientes en un dolor bastante intenso para realmente lo que ha ocasionado.
¿A qué se debe? Todo tiene su explicación.
Resulta que no hay ningún culpable en particular, sino que es la extraña mezcla dedo-papel la que nos ocasiona este característico dolor, aportando cada uno sus ingredientes a la mezcla.
En primer lugar, con motivo de la frecuencia con la que nos vemos obligados a utilizar nuestro sentido del tacto, los dedos están cubiertos con una concentración extremadamente alta de nocireceptores, fibras nerviosas que envían señales de tacto y dolor al cerebro. Esto hace que los dedos sean especialmente sensibles en comparación con otras partes de nuestro cuerpo.
En segundo lugar, y en el otro lado del ring, nos encontramos con el papel en sí mismo, representado normalmente en forma de hoja. Afilada para conseguir romper la piel, pero no lo suficientemente contundente para realizar un corte limpio, la hoja hace un tipo de corte tan poco profundo que sólo hace que empeoren las cosas ya que en la capa más superficial de la piel es donde se encuentran los nocireceptores que envían las señales de dolor más agudas.
Pero esto no acaba aquí, ya que, por último, los cortes tan superficiales no suelen sangrar mucho, lo que además dificultan el posterior coágulo y sellado de la herida. Esto implica que se mantenga abierta, exponiendo las fibras nerviosas al aire durante un mayor período de tiempo.